Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1643
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 20 de mayo de 1898
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 24, 618
Tema: Significación del Gobierno y política que piensa seguir

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Su señoría tiene la obsesión del régimen actual porque de todo culpa al régimen actual y en todo ve responsabilidades para el régimen actual. Yo no quiero entrar ahora en este debate, ya el otro día lo indiqué; pero si entrara en él, demostraría que la mayor parte de los males que han existido dentro del régimen actual, se deben a la conducta y a los procedimientos de S. S. y de sus amigos. (El Sr. Salmerón: ¡Es valor!) Pero si S. s. tenía otro régimen tan bueno que todo lo curaba, y lo destruyó, ¿por qué S. S. echó por tierra el régimen que presidió el Sr. Castelar? Pero, en fin, no estamos ahora para entrar en esta discusión; estamos explicando las razones de la crisis y no tiene que ver con esto nada el régimen en que vivimos.

Y me extraña mucho que S. S., que tiene mucho talento y es muy avisado, no haya oído o no haya entendido lo cual es difícil, dada la clara inteligencia de S. S., lo que yo he dicho respecto a si he abandonado la política antigua seguida por el Gabinete anterior. ¿Pues no he dicho claramente que el Gobierno anterior había venido al poder a realizar el programa del partido liberal, programa que fue proclamado en la oposición, y que el gobierno, representante del partido, vino a realizar en el poder, combinando con la acción militar la acción política y la acción diplomática, para hacer verdaderamente fructuosos los triunfos indudables y constantes de nuestro ejército contra los rebeldes y poder así apresurar la pacificación? ¿Y qué he dicho después? Que aquel programa fue interrumpido por los cañones de los Estados Unidos, y por esto no lo podemos continuar, pero no porque lo hayamos abandonado, sino porque los Estados Unidos no nos dejan continuarlo.

Por lo demás, aún así, ese programa está dando hoy frutos verdaderamente notables, porque la misma resistencia que pone la isla de Cuba contra los Estados Unidos, quizás no la hubiera puesto con la gallardía y con las energías que pone hoy si no hubiera tenido la autonomía. (El Sr. Romero Robledo: Mucho mayor la hubiera puesto.-Rumores.- Cuando se quiera lo discutiremos.)

Dice el Sr. Salmerón que hemos abandonado la defensa de la política del Gobierno anterior. ¿Cuándo? ¿No la he defendido en el discurso de presentación del nuevo Ministerio? ¿No he dicho que los Ministros que han salido lo han hecho contra mi voluntad y contra mis esfuerzos?

Ahora preguntaba S. S. por qué salieron, sobre todo los Ministros de Estado y Ultramar. El Ministro de Estado ha salido porque se ha empeñado en creer que los compromisos que haya podido contraer en las funciones que especial y personalmente le estaba encomendadas como Ministro de Estado, puedan debilitar su acción y no tener aquella libertad de acción que necesita para proseguir la política que antes hacía y porque cree además que en estos momentos quizá haya que aceptar cosas o transigir con algunas que él negó en absoluto antes.

Señores Diputados, la política de la guerra, en la situación en que nos encontramos, ¿puede ser hoy la misma que mañana, sobre todo en los asuntos diplomáticos que corresponden al Ministro de Estado? Ojalá lo que tenga que hacer mañana el Ministro de Estado sea lo mismo que hubiera tenido que hacer antes de estallar la guerra y aún al poco tiempo después de estallada la guerra. Sobre esto me permitirá el Sr. Salmerón, que es muy perspicaz, que no dé mayores explicaciones.

Por qué ha salido el Ministro de Ultramar. ¡Su señoría me lo pregunta! Recuerde S. S. aquellas palabras de sublime elocuencia que fueron interrumpidas con el aplauso unánime de la Cámara; recuerde S. S. aquellos acentos sublimes de amargura, quejándose de la insigne injusticia con que se le ha juzgado: y en aquellas sublimes palabras y en aquellos acentos imponderables de elocuencia, encontrará S. S., mejor que en las palabras que yo pueda decir, la razón de la salida del Sr. Moret. (Muestras de aprobación en la mayoría).

Que abandonamos nosotros a nuestros antiguos compañeros. ¡Qué los hemos de abandonar! ¿Por dónde? Lo que tiene, señores, es que las cosas son lo que son. Nosotros, los que quedamos aquí en este nuevo Ministerio, somos responsables con ellos de todo lo que aquel Gobierno hizo en las circunstancias difíciles en que lo hizo; pero los Ministros nuevos, ¿cuándo se ha visto que vengan a adquirir la responsabilidad que echaron sobre sus hombros los Ministros antiguos? A los Ministros nuevos se les abrirá el cargo de sus responsabilidades desde que han tomado posesión de sus puestos, quedando para los antiguos las responsabilidades correspondientes a su antigua gestión, con la que nada tienen que ver los Ministros nuevos, sino como individuos del mismo partido. Pero responsabilidad como Ministros, ¿por dónde? (El Sr. Romero Robledo pronuncia algunas palabras que no se perciben.)

¿Qué quiere el Sr. Romero Robledo? Si quiere S. S. volver a usar de la palabra, lo sentiría por la molestia que le pueda causar; si desea alguna explicación de lo que le pueda causar; si desea alguna explicación de lo que estoy diciendo? (El Sr. Romero Robledo: Si quiere S. S. que use de la palabra, alúdame, y volveré a hacer uso de ella.) Al contrario, lo digo para que no use de la palabra. (El Sr. Romero Robledo: Es que yo me lamentaba de la idea que tiene S. S. de las responsabilidades, lamentando eso como síntoma de la decadencia y próxima muerte del régimen representativo.) ¡Ah! Como S. S. sea el profeta, segura tiene la vida el régimen representativo. (Risas.- El Sr. Romero Robledo: Pues he acertado en muchas cosas, como en la disolución de las [618] pasadas Cortes, cuando anuncié que vendría el conflicto en el interregno. ¡Si soy un profeta que no falla!.-Risas.- Y no vuelvo a hablar más si S. S. no quiere.) Yo le oigo a S. S. con mucho gusto; pero, realmente, no me parece que están las cosas para estos debates parlamentarios, que no tienen un resultado práctico. Su señoría está muy satisfecho porque cree que ha descubierto la cuadratura del círculo con haber descubierto que puede haber alguna diferencia en cualquier asunto, sea financiero, político o administrativo, entre hombres del partido liberal. ¿No es verdad que está S. S. satisfecho? (El Sr. Romero Robledo: Sí, esta tarde estoy muy contento.) Pues buen provecho le haga porque si con eso está S. S. satisfecho, figúrese si estaré satisfecho yo con la unanimidad de pareceres que hay entre los amigos de S. S. (Risas.- El Sr. Romero Robledo: ¡Ya lo creo que la hay! Entre mis amigos, nadie chilla.) Quiero dar por terminado este debate, por más que no he quedado muy satisfecho del giro que el Sr. Salmerón ha dado a su discurso; con la constante manía que tiene S. S. de echar la responsabilidad de todo lo que ha pasado en nuestro país sobre el régimen actual, cuando yo creo todo lo contrario, cuando yo creo que todo lo que hay en este país, después de las vicisitudes por que ha pasado, se debe única y exclusivamente al régimen actual.

Pero, en fin, no quiero discutir eso ahora, y prescindiendo de ello, me alegraría de haber conseguido dejar a S. S. satisfecho con las explicaciones que acabo de dar.

Como este debate ha sido un tanto irregular, sobre todo en su principio, no he tenido hasta ahora ocasión de decir al Sr. Silvela cuatro palabras de agradecimiento de parte del gobierno por las palabras benévolas que en su discurso nos ha dedicado y por el patriotismo que revela su conducta. Yo agradezco de todo corazón las declaraciones de S. S.; se las agradece el Gobierno; pero más que el Gobierno y más que yo, debe agradecérselas el país.

Previa la oportuna pregunta, hecha por el señor Secretario Alonso Martínez, el Congreso acordó pasar a otro asunto.



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